El “elíxir de amor” y el efecto placebo
Alberto Lifshitz

Palabras clave: ópera, placebo, elíxir, Donizetti


La ópera El elíxir de amor (L’elisir d’amore) de Gaetano Donizetti es una de las más representadas y populares del repertorio operístico (la número 12 a nivel mundial), en parte porque es ligera (es una ópera buffa, cómica), no es cansada o fatigosa (como lo son muchas óperas para los no muy amantes del género), y porque incluye al menos una de las arias consentidas del público (“Una furtiva lágrima”).* Además, para los espectadores es relativamente fácil identificarse con los personajes principales y vivir la trama (aunque hoy parece ciertamente ingenua).

El protagonista, Nemorino, sufre “mal de amores” porque no se siente correspondido por la mujer que ama, una terrateniente llamada Adina. Dulcamara, un falso doctor y más bien un comerciante charlatán, le brinda la oportunidad de resolver su problema al ofrecerle un “elíxir de amor” que, gracias a sus propiedades mágicas, provocará que su amada caiga rendida a sus pies. El elíxir no es más que un vino de Burdeos revestido de la ampulosa publicidad de la época, por el cual Nemorino paga todo el dinero que posee y hasta compromete su futuro por conseguir más. Coincidentemente, un tío de Nemorino muere y le hereda una buena cantidad de dinero, aunque él ignora el hecho. Las doncellas del pueblo sí se enteran del legado y empiezan a coquetearle con descaro (el verdadero elíxir de amor parece ser el dinero de la herencia). Nemorino se siente bien, adquiere más confianza en sí mismo y, finalmente, después de varias peripecias Adina reconoce su amor por el fiel pretendiente.

Ilustración Jeremy Monroy

 

Esta trama, aquí simplificada, sencilla y candorosa, evoca diversos escenarios de la medicina clínica contemporánea: la influencia de la propaganda, la publicidad mentirosa, la proclividad a creer en lo que uno quisiera que fuera cierto y cómo los pacientes y algunos médicos caen en esta ilusión, la búsqueda de remedios milagrosos, los charlatanes que ofrecen panaceas. Y también hace referencia al mágico y omnipresente efecto placebo.

La medicina le debe mucho al efecto placebo (Kaptchuk & Miller, 2015). Por milenios en que los remedios verdaderamente eficaces eran escasos, la profesión se mantuvo viva gracias al efecto placebo y a otra condición, no menos mágica: la tendencia de las enfermedades a curarse solas (que también se ha vinculado al placebo). Es enorme la deuda que la medicina alternativa y las empresas farmacéuticas tienen con el efecto placebo. Aunque aún no se conoce por completo la compleja estructura del placebo ni los cambios fisiológicos que produce, los estudios de neuroimagen han mostrado las zonas del cerebro involucradas en dicho efecto, las vías neurológicas que participan en él y los neurotransmisores que parecen mediarlo  (Benedetti, et ál., 2005). También, diversos estudios han profundizado en los aspectos genéticos de la respuesta al placebo e incluso se habla del “placeboma” (Hall, et ál., 2015) es decir, la predisposición a percibir o no tal efecto.

Pero el efecto placebo es un fenómeno más sofisticado que una simple sugestión porque, además de los aspectos neurobiológicos, participan en él muchas condiciones psicosociales, entre ellas la expectativa del consumidor ante el remedio. La eficacia del placebo también está vinculada con rituales, símbolos e interacciones (la parafernalia que usa Dulcamara con todo su circo), con el contexto en que se emplea, la predisposición del enfermo, así como su confianza y su inclinación a creer. Un placebo puede eliminar el dolor o producirlo, elevar la presión arterial o disminuirla, simular el efecto farmacológico de la sustancia que está siendo probada para que el sujeto que lo recibe lo perciba de forma idéntica al medicamento real, o bien propiciar que experimente los mismos efectos adversos. Por eso los ensayos clínicos controlados incluyen grupos de pacientes con placebo como comparación.

Para los observadores del siglo XXI no sorprende que Nemorino haya percibido los efectos favorables del elíxir en su intento de acercarse a Adina, aunque la respuesta de ella es más difícil de explicar por el efecto placebo del elíxir. Se ha propuesto que la oxitocina y la vasopresina son los neurotransmisores que median las relaciones amorosas, al grado que la primera ha sido llamada la “hormona del amor” ya que se dice que ayuda al cerebro a sentir cariño. No obstante, el tema está cargado de “mitos, metáforas y misterios” (Carter, 2022). Se puede plantear la hipótesis de que el cuerpo de Nemorino liberó oxitocina por el efecto placebo del elíxir.

Por supuesto, al ofrecer el falso elíxir al afectado del mal de amores, Dulcamara no intentaba curarlo ni explorar el posible efecto placebo del vino de Burdeos, sino solo estafarlo aprovechando su falta de malicia. Por eso, y para tener tiempo de escapar, le dijo a Nemorino que sentiría el efecto hasta el día siguiente. Dulcamara no es más que un merolico, un vendedor itinerante de todo tipo de chucherías, hábil en el discurso engañoso, grandilocuente e histriónico, con aires de autoridad y autonombrado doctor. Pero Nemorino tenía una fe absoluta en el remedio y estaba tan seguro de que funcionaría que incluso se endeudó para adquirir una suficiente cantidad del mismo. También es obvio que el milagro no lo provocó el elíxir, aunque en efecto le ayudó a mejorar su autoestima y a tener más confianza en sí mismo. El milagro sucedió gracias al cariño entre los jóvenes, a pesar de que Adina estuvo coqueteando y a punto de casarse con el Sargento Belcore, en parte para llamar la atención de Nemorino y propiciar que este se animara a confesarle su amor. Quizá haya contribuido al milagro la fortuna heredada por Nemorino, pues el dinero siempre ha sido un potente afrodisiaco. El héroe de la historia resultó ser el malvado Dulcamara, quien actuó como cupido involuntario. Pero, tal vez, el protagonista real sea el placebo.

Nota

*Es una aria conmovedora, de ningún modo cómica o festiva

Sugerencia de citación:

Lifshitz, A. (2023). El “elíxir de amor” y el efecto placebo. Medicina y Cultura, 1(2), mc23a-22.

https://doi.org/10.22201/fm.medicinaycultura.2023.1.2.22

 

Alberto Lifshitz

El doctor Alberto Lifshitz es especialista en Medicina Interna, académico titular de la Academia Nacional de Medicina y emérito de la Academia Mexicana de Cirugía; también ha sido profesor de la UNAM por más de 50 años y presidente fundador de la Academia Nacional de Educación Médica. Actualmente es presidente de la Academia de Médicos Escritores. Obtuvo el premio Guillermo Soberón 2013. Fue ganador del Concurso de Obras Médicas de la Academia Nacional de Medicina por tres años consecutivos (2020 a 2022). Ha publicado 33 libros, más de mil capítulos de libro y cuenta con más de mil artículos publicados. Es miembro de la Sociedad de Historia y Filosofía de la Medicina.

Referencias

Benedetti, F., Mayberg, H.S., Wager, T.D., Stohler, S. y Zubieta, J.K. (2005). Neurobiological Mechanisms of the Placebo Effect. J Neurosci, 25(45), 10390-10402. 10.1523/JNEUROSCI.3458-05.2005

Carter, C.S. (2022). Oxytocin and love: Myths, metaphors and mysteries. Comprehensive Psychoneuroendocrinology, 9. https://doi.org/10.1016/j.cpnec.2021.10010

Hall, K.T., Loscalzo, J. y Kaptchuk, T.J. (2015). Genetics and the placebo effect: the placebome. Trends in Molecular Medicine, 21(5), 285-294. 10.1016/j.molmed.2015.02.009

Kaptchuk T.J. y Miller F.G. (2015). Placebo Effects in Medicine. N Engl J Med, 373(1), 8-9. 10.1056/NEJMp1504023

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