El embarazo y la maternidad en el México prehispánico
Luz del Carmen Sanabria Villegas* y Leopoldo Santiago Sanabria**
Palabras clave: embarazo, maternidad, azteca, historia, México

“Tú, maíz; tú, tzité; tú, suerte; tú, criatura: ¡uníos, ayuntaos!, les dijeron al maíz, al tzité, a la suerte, a la criatura…Buenos saldrán vuestros muñecos hechos de madera; hablarán y conversarán sobre la faz de la tierra…Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera. Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la tierra.”

Popol Vuh (extracto de Creación del hombre, del libro sagrado maya)

La partería, una tradición ancestral mexicana

El embarazo y el nacimiento de un nuevo individuo ha sido el evento social más importante en todas las culturas a través de la historia, teniendo repercusiones biológicas y psíquicas que han transcendido en los diversos campos de la cultura, como la religión y la filosofía. El cuidado de la mujer embarazada significó un rol social importante desde épocas ancestrales en nuestro país, dando origen a las madrinas, comadronas o parteras (tlamatlquiticitl en náhuatl). Si bien, nunca se obtuvieron explicaciones completas para cada uno de los fenómenos que ocurrían durante el embarazo y el parto, fueron quienes pusieron los primeros cimientos en el arte de la obstetricia, que quizá sea la primera especialidad en el campo médico dentro de la humanidad.

Dentro de las culturas prehispánicas de nuestro país, el cuidado de la mujer embarazada se ve envuelto en eventos místicos, fenomenológicos y epistemológicos, en el que las parteras jugaban un papel sumamente importante. Ciertamente, se trataba de un evento de vida o muerte, por ello, el acompañamiento durante el parto era fundamental.

La maternidad significó el evento social más importante dentro de nuestras culturas, tanto que es posible apreciarlo dentro del arte cotidiano plasmado en las figurillas de cerámica. El proceso del embarazo y la maternidad eran tan importantes, que de estos dependía el futuro y prosperidad de la sociedad (véanse figuras 1-3).

Figura 1. La representación femenina tenía un papel relevante en el desempeño de la mujer dentro de las sociedades,
la preocupación por obtener una buena cosecha se asoció a la fertilidad de la mujer representando la maternidad.
Era visto como una continuidad del ciclo vital: nacimiento, adolescencia, maternidad, madurez, ancianidad y muerte.
Procedencia: Tumbas de Tiro. Museo Nacional de Antropología. Sala Culturas de Occidente.

Figura 2.  Figurilla representando a madre cargando a su hijo.
Procedencia: Sur de México. Museo Nacional de Antropología. Sala Mayas.

Figura 3.  Figurilla de mujer embarazada.
Procedencia: Veracruz. Museo Nacional de Antropología. Sala Culturas del Golfo.

Una vez que la mujer se sabía embarazada, la familia organizaba una reunión y un anciano por parte del esposo era el encargado de dar la noticia, además les brindaba consejos de cómo debían comportarse. Posteriormente se realizaba una nueva reunión, en la que la familia se reunía a comer y beber y se daba un anuncio muy importante, se daba a conocer a la partera que habría de llevar los cuidados del embarazo e intervenir en el parto. Desde el embarazo hasta el nacimiento, estos eran acontecimientos de suma importancia dentro de la vida social del México prehispánico.

La concepción de la fertilidad y la reproducción

En las culturas prehispánicas, el embarazo y parto suponía una experiencia en la vida de la mujer similar a lo que experimentaba un guerrero que luchaba por su pueblo, así mismo la capacidad de dar vida se equiparaba con el poder de la fertilidad de la tierra (véase figura 4).

Figura 4.  Diosa protectora de la vida. Desde la Época Preclásica las mujeres se asociaban a la tierra
y se representaban desnudas, detallando su sexo y los senos, embarazadas o cargando a sus hijos.
Se expresaba la sexualidad en conjunto a la fertilidad humana.
Igualmente, la fertilidad se convirtió en el aspecto fundamental de la sociedad,
cuya base de la alimentación era la agricultura.
Procedencia: Veracruz. Museo Nacional de Antropología. Sala Culturas de la costa del Golfo.

Las madres eran la esencia de la sociedad y responsables de la supervivencia del pueblo, dado que eran las encargadas, además de la reproducción, de la educación, la crianza y eran grandes proveedoras en las casas.

Históricamente, la arqueología mexicana ha sido la encargada de descifrar la cotidianidad de las sociedades prehispánicas. Dentro del arte prehispánico se plasmó la importancia de la fertilidad dentro de estas sociedades, ya que es posible apreciar las numerosas figurillas con vientres embarazados, dando a luz, madres lactando o simplemente cargando a sus hijos bajo su reboso (véanse figuras 5 y 6).

Figura 5.  Cihuacóatl, patrona de las mujeres que procrean hijos.
Procedencia Tlatelolco, Valle de México. Museo Nacional de Antropología. Sala Teotihuacan.

Figura 6.  Figurilla que representa a la maternidad en el periodo Epiclásico.
Procedencia: Centros arqueológicos de Alta Vista, Zacatecas y Juanacatlán.
Museo Nacional de Antropología. Sala Culturas del Norte.

Se consideraba que la fertilidad femenina guardaba una estrecha conexión con la tierra fertilizadora, lo cual queda plasmado dentro de la ideología mexica en el caso de Coatlicue, quien era madre de todos los dioses del panteón azteca y una forma de diosa en la tierra, madre de Huitzilopochtli, el dios del sol y de la guerra. Se representa a Coatlicue como una madre bondadosa, de quien en su seno nace todo vegetal, es sinónimo de la tierra fértil y del origen de la vida (véase figura 7).

Figura 7.  Coatlicue. Monumental escultura de la diosa madre.
Lleva una falda de serpientes, su nombre calendárico es “Doce Caña”,
toda ella exalta la devoción de los hombres con su sacrificio para la continuidad de la vida;
en la base se puede apreciar a Tlatecuhtli.
Procedencia: Centro histórico de la Ciudad de México. Museo Nacional de Antropología. Sala Teotihuacan.

Desde el momento del destete, las tareas eran asignadas por género, en las que los niños eran instruidos por los padres y las niñas por las madres. Las niñas comenzaban un proceso educativo encaminado a las actividades del hogar, se les preparaba para la maternidad y crianza de los hijos.

La partería en el México antiguo

En México, se tiene noción de que las primeras parteras datan de la época prehispánica. Tenían conocimientos empíricos sobre los cuidados propios del embarazo, la atención del parto, así como medidas para la reducción del dolor y el tiempo durante el parto. Se consideraba un mandato divino y de gran prestigio, tanto así que eran consideradas por la sociedad como grandes sanadoras, colaboradoras de las divinidades, e incluso consideradas dentro de la categoría de sacerdotisas, dado que en ocasiones intervenían en situaciones que colgaban en un estrecho hilo entre la vida y la muerte, tanto para la madre como el recién nacido.

La partera o tlamatlquiticitl, era una labor designada exclusivamente al género femenino, dentro de una sociedad con organización patriarcal. Generalmente provenían de clases sociales bajas. Eran las designadas al estudio de la fisiología del embarazo y atención del parto, además del rol que tenían de consejeras. Los conocimientos ancestrales eran transmitidos entre generaciones, generalmente instruidos por las abuelas.

Entre sus otras prácticas destacaban la realización de actividades familiares, en las que recitaban oraciones a varias divinidades para la buenaventura de la embarazada y de su futuro hijo. Las parteras conllevaban una gran responsabilidad con la familia, lo cual le otorgaba un estatus de jerarquía frente a la sociedad.

Poco tiempo antes de la conquista, algunas diversificaron sus oficios más allá de los cuidados del embarazo y se dedicaron a trabajos de hechicería y brujería, por ello muchas fueron castigadas a la llegada de los españoles durante la Inquisición. Las nuevas autoridades de la Nueva España demeritaron esta tradicional profesión considerándola carente de conocimientos, estudios y salubridad, sin embargo, no se prohibieron dichas prácticas ante la falta de personal capacitado para la atención del parto en una Nueva España con altas tasas de natalidad.

Los cuidados prenatales en la época prehispánica

La partera solía visitar con regularidad a la mujer embarazada a su casa, en donde la examinaba y la orientaba acerca de los cuidados durante el embarazo que debía de seguir. De la misma forma, la partera educaba durante el embarazo sobre los cuidados posteriores a este y que se debían de tener con el recién nacido, similar a los cursillos prenatales que se imparten hoy en día. Entre las recomendaciones destacaban evitar los baños calientes o cargar cosas muy pesadas, así como mantener las relaciones sexuales hasta el séptimo mes del embarazo, es decir, no suspenderlas hasta este mes, ya que, si existía abstinencia de éstas, el recién nacido saldría enfermo o con pocas fuerzas.

A partir del séptimo mes, la partera debía examinar a la embarazada, con el fin de comprobar la posición del feto. En caso que éste se encontrase en una posición anómala, la embarazada debía de sumergirse en aguas junto con la partera, con el fin de realizar maniobras para enderezar en una posición correcta al feto.

La mujer embarazada recibía apoyo de la comunidad en las tareas domésticas, sobre todo por parte de las vecinas, quienes se encargaban de ellas. Era importante que la embarazada evitara realizar esfuerzos excesivos, enojos o que recibiese algún espanto, ya que esto podría conllevar a que el embarazo se abortase o bien, que el feto recibiera algún daño.

Una semana previa al nacimiento, la partera visitaba a la embarazada para prepararla, limpiaba la habitación en donde se daría a luz, lavaba a la embarazada, incluido su cabello, preparaba un baño de vapor en el temazcal con leña especial que no desprendía humo y plantas aromáticas.

La atención del parto

El nacimiento también estaba rodeado de misticismo e influencia religiosa. Para iniciar el trabajo de parto, la partera hacía una invocación llamando a sus dioses, a la tierra y al tabaco para vencer al dolor. La diosa Nochicahua era la encargada durante el trabajo de parto y protectora de los niños, así como de la vida (véase figura 8). Para el control del dolor, se empleaban sustancias como una cola de tlacuache molida y mezclada con agua para ayudar a regularizar el trabajo de parto y facilitar la extracción del feto. En caso que la mujer embarazada experimentara dolores insoportables, la partera le preparaba infusiones con Cihuapatli (Montanoa tomentosa), una hierba que tenía la virtud de rempujar hacia afuera al feto.

Figura 8.  Diosa Nochicahua. Diosa del parto y protectora de los niños.
Las diferentes advocaciones de la diosa la colocan como deidad creadora protectora de la vida.
Procedencia: Valles Centrales. Museo Nacional de Antropología. Sala Culturas de Oaxaca.

Para dar a luz, las mujeres del centro de México adoptaban una posición en cuclillas y la partera se colocaba detrás, sujetándola para que, con las contracciones y la gravedad, se facilitara la expulsión del feto y se minimizaran los esfuerzos de la madre e hijo (véase figura 9). En cambio, se cuenta con el registro que las mujeres mayas del sur del país, adoptaban otras posiciones como apoyarse en cuatro extremidades y recibir al recién nacido por detrás o bien, además de la partera, era acompañada por dos ancianas y la parturienta debía vestir una falda larga ceñida debajo de sus pechos desnudos, dos fajas con un nudo que rodeara y delineara la cintura, las cuales ejercieran presión sobre el útero para ayudarla a parir.

Figura 9.  Figura que representa a una mujer en actitud de dar a luz.
Procedencia: Las Cebollas, Acaponeta, Nayarit. Museo Nacional de Antropología. Sala Culturas de Occidente.

Para el alumbramiento, la mujer cambiaba de posición, en el que se presionaba el torso contra la pierna derecha, oprimiendo el abdomen y el útero para facilitar la salida de la placenta, por lo que era probable que el corte del cordón umbilical se llevase a cabo después de la expulsión de la placenta, con el fin de suministrar la mayor cantidad de sangre y oxígeno al recién nacido (véase figura 10).

Figura 10.  El mundo de la mujer. Figurilla modelada de mujer al momento de dar a luz.
Museo Nacional de Antropología. Sala Teotihuacan.

La unión entre la madre y el hijo por medio del cordón umbilical tenía un gran significado en la ideología prehispánica, ya que suponía la unión entre lo precioso y el cielo. El cordón umbilical se denominaba macayotl en náhuatl, que significa linaje y a la vez, cuerda. Al cortar el cordón umbilical, la partera pronunciaba un bello discurso al recién nacido y en caso que fuese niño, el cordón umbilical se entregaba a un guerrero para que lo enterrara en territorio enemigo, con ello se pretendía infundir la fuerza y valor al futuro guerrero y en caso que fuese niña se enterraba en el hogar. Entre lo espiritual y lo mágico, el cordón umbilical suponía una especie de hermano espiritual que atraía a las personas hacia el sitio que les correspondía.

Tras el nacimiento, la partera permanecía en el domicilio cuatro días más para cuidar a la mujer y vigilar la lactancia. Esto último era de suma importancia, ya que la lactancia debía durar dos años o más. Los registros escultóricos nos han permitido conocer los utensilios de porteo, en los que se utilizaba una tela larga llamada rebozo en el que se envolvía al bebé, el cual se acomodaba en la espalda, en la cadera de la madre o enfrente para tener acceso libre al pecho (véase figura 11). De igual forma, esto permitía un mejor desarrollo emocional entre la madre y el hijo, creando un gran apego. En esos primeros días sucedían otros ritos como el enterrar la placenta en un rincón de la casa.

Figura 11.  Figurilla modelada de mujer cargando a su hijo bajo un reboso.
Museo Nacional de Antropología. Sala Mexica.

La imposición del nombre era otro acontecimiento importante en la sociedad azteca. El padre debía ir con el sacerdote y notificar el día y la hora del nacimiento en el libro de los destinos o Tonalamatl, en el que se escogía el nombre más adecuado y la fecha propicia para ponérselo, esto aseguraba la buena o mala ventura según la calidad del signo en que había nacido. Para los aztecas, los últimos cinco días del año eran de mal augurio, por lo que intentaban evitar ponerle el nombre al recién nacido durante estos días, a fin de que no tuvieran una vida desafortunada.

Por otra parte, para los niños que morían antes o durante el trabajo de parto, la partera utilizaba una navaja de piedra denominada itztli en la que cortaba el cuerpo muerto dentro de la madre y lo retiraba en partes, con el fin de salvarle la vida. Estos niños eran amados por Dios y se les daba residencia en la casa de Tonacatecutli y si el fallecimiento ocurría en los primeros meses de vida o en la infancia, pasaban a la primera mansión celestial conocida como Chichihuacuauco. Por otra parte, las mujeres que fallecían tras su primer parto se transformaban en diosas, conocidas como Cihuapipiltin, quienes eran equiparables a un guerrero muerto en batalla. Cihuacóatl era la diosa venerada en el Centro de México para aquellas mujeres que morían durante el trabajo de parto (véase figura 12).

Figura 12.  Cihuacóatl.  Era una de las principales diosas veneradas por los pueblos del Centro de México,
considerada patrona de los guerreros y de las mujeres que morían durante el trabajo de parto.
Procedencia: Cerro Tenismo, Calixtlahuaca, Estado de México. Museo Nacional de Antropología. Sala Teotihuacan.

Valoremos a nuestros antepasados y sus enseñanzas

A lo largo de la historia de nuestro país, el rol de la mujer ha sido imprescindible para la trascendencia de la sociedad, ya que desde un inicio han sido las encargadas del cuidado del embarazo y la atención del parto y posterior a éste se han encargado de la educación y crianza de los hijos, por lo que debemos valorar lo precioso de la maternidad.

Gracias a la arqueología, se nos ha permitido comprender las concepciones que nuestros antepasados tenían acerca de la reproducción, lo cual se encontraba plasmado en el arte reflejado en la cotidianidad y hasta en su pensamiento religioso.

Debemos admirar el trabajo que ejercían las parteras en el México prehispánico, pues si bien no tenían un conocimiento científico pleno de los cambios durante el embarazo o en la atención del parto, ejercían una notable labor para su sociedad, ya que esta etapa en la vida de la mujer suponía un gran riesgo, equiparable al que vivía un guerrero defendiendo su territorio, en una batalla constante entre la vida y la muerte.

Fotografías tomadas por  Leopoldo Santiago Sanabria

Sobre los autores:
*Departamento de Ginecología y Obstetricia, Hospital Ángeles Villahermosa; Villahermosa, Tabasco, México.

**Departamento de Ginecología y Obstetricia, área de ginecología oncológica; Unidad Médica de Alta Especialidad no. 4 “Luis Castelazo Ayala”, Ciudad de México, México.
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6287-5932

Sugerencia de citación:
Sanabria-Villegas, LC. & Santiago-Sanabria, L. (2024, septiembre). El embarazo y la maternidad en el México prehispánico. Medicina y Cultura, 2(2), mc24a-17.
https://doi.org/10.22201/fm.medicinaycultura.2024.2.2.17

 

Luz del Carmen Sanabria Villegas

Es médica especialista en ginecología y obstetricia, egresada del Instituto Nacional de Perinatología “Isidro Espinosa de los Reyes”. Ha ocupado cargos a nivel nacional como profesora examinadora del Consejo Mexicano de Ginecología y Obstetricia (CMGO). Gran impulsora en la educación médica continua, expresidenta del Colegio de Ginecología y Obstetricia del estado de Tabasco y expresidenta de la Región VII de la Federación Mexicana de Colegios en Obstetricia y Ginecología. Ha sido galardonada internacionalmente en el marco del Congreso Mundial de la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia, ganando el FIGO Women’s Awards en el 2021.

Leopoldo Santiago Sanabria

Es médico especialista en ginecología y obstetricia. Actualmente es residente de ginecología oncológica en la Unidad Médica de Alta Especialidad no. 4 “Luis Castelazo Ayala”.  Ha mostrado gran interés en la formación de futuros médicos, siendo profesor investigador en la Universidad Panamericana. Ha representado a México en el plano internacional y ha sido nombrado miembro del Comité de Atención a Residentes de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia y Ginecología (FLASOG). Fue ganador del Premio Nacional de Residencias Médicas en el 2022. Trabaja como revisor de la Revista de la Facultad de Medicina UNAM y ha sido autor de 13 artículos publicados en revistas nacionales e internacionales.

Contacto: sanabria_villegas@me.com

Lecturas recomendadas

 

Alfaro, N. A., Villaseñor, M., Isabel, F., Figueroa, V., Guzmán, A., Yesica, S., González, S., & Resumen, T. (2006). Algunos aspectos históricos de la atención al embarazo. Investigación En Salud, VII(1), 50–53.

Badillo Zúñiga, J. & Alarcón Hernández, J. (2020). El cuidado de las parteras nahuas prehispánicas de México en las crónicas de fray Bernardino de Sahagún. Enfermería Universitaria, 17(2), 221–232. https://doi.org/https://doi.org/10.22201/eneo.23958421e.2020.2.795

Gobierno de México. (2023). Las parteras mexicanas, sabiduría ancestral. Archivo General de la Nación. https://www.gob.mx/agn/articulos/las-parteras-mexicanas-sabiduria-ancestral?idiom=es

Granados Adelina R., Lescas Méndez, O., Sánchez Sánchez, M. & Ángeles Castellanos, M. (2014). Obstetricia azteca. Ritos y manejos desde el embarazo hasta el trabajo de parto. Avances en Ciencia, Salud y Medicina, 2(4), 129-136.

Instituto Nacional de Antropología e Historia. (2023). Abordan la maternidad en el México prehispánico desde la etnohistoria y la arqueología. Boletín 271. https://www.inah.gob.mx/boletines/abordan-la-maternidad-en-el-mexico-prehispanico-desde-la-etnohistoria-y-la-arqueologia

López Hernández, M. (2021). La maternidad entre los nahuas prehispánicos y otros grupos mesoamericanos. Un acercamiento desde las fuentes etnohistóricas y la arqueología. Revista de Estudios de Antropología Sexual, 1(11), 32–53.

Recinos A. (1947). Popol Vuh: Las antiguas historias del Quiché. Cultura Popular. (2ª ed). México.

Vargas, L. A. & Matos, E. (1973). El embarazo y el parto en el México prehispánico. Anales de Antropologia, 10, 297–310.

Velázquez, L. (2009). La dignidad de la mujer durante el embarazo y al momento del parto en el México prehispánico. Clepsydra, 8, 189–191.

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