La literatura en la educación médica
Herlinda Dabbah M.

Empiezo planteando algunas preguntas que trataré de responder a lo largo de este escrito.

¿Cuáles son los vínculos entre medicina y literatura?, ¿Cómo se relacionan, qué actitudes, conocimientos o habilidades puede ofrecer la literatura a la formación del médico?, ¿De qué le sirve a un médico leer textos literarios sobre enfermos, en vez de estudiar casos reales en revistas o libros de medicina? ¿Puede la literatura proporcionar algún conocimiento relevante que no se haya adquirido ya en las materias académicas? ¿Qué se aprende en los textos médicos acerca de los temores, las preocupaciones y los conflictos emocionales de los enfermos?

Lo primero que conviene señalar es que las relaciones entre medicina y literatura son múltiples y existen desde hace milenios. Uno de los primeros referentes de la antigüedad es un himno a Apolo, dios griego de la música, la poesía y la medicina. Los temas médicos en la literatura desde entonces y hasta nuestros días no se han interrumpido.

Medicina y literatura también están vinculadas porque ambas narran la historia de aquello que ven. Tienen como objeto de estudio a los seres humanos y las dos utilizan como recurso la observación, la mirada acuciosa. También comparten la necesidad simultánea de alejarse para ver más claramente, para ver el todo y no solo una parte. Además, se afirma que ni medicina ni literatura pueden limitarse solamente a mirar, ya que la medicina sin compasión es solo tecnicismo: “curar sin sanar”. Literatura sin sentimiento, sin emoción, solo es informar: “una experiencia sin significado”.

El instrumento de comunicación, tanto para la literatura como para la medicina, es el discurso narrativo y éste es el pegamento que mantiene unidas estas dos materias. A través de la narración, el médico da su diagnóstico y propone una terapia. Para la literatura, la narración es uno de los recursos retóricos y procedimientos primordiales para producir un texto.

La narración es el vehículo a través del cual se expresan las necesidades del paciente y también es el medio por el que se comunica el consejo médico. A lo largo de la historia, se han narrado los padecimientos de los enfermos, tanto de forma oral como escrita, y los médicos, a su vez, comparten y discuten estas historias con sus colegas.

Otro punto de coincidencia es que medicina y literatura comparten temas. Entre las preocupaciones sustanciales del ser humano destacan la vida, la enfermedad y la muerte. Estas a menudo se ven reflejadas y plasmadas en la literatura, y la que sirve de mediadora es la medicina; a su vez, los símbolos médicos, como la enfermedad, el dolor y la muerte, han sido utilizados como instrumentos literarios por distintos escritores; basten como ejemplos: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra, el Diario del año de la peste de Daniel Defoe, El médico a palos o El enfermo imaginario de Molière, Hamlet o El rey Lear de Shakespeare, La muerte de Iván Illich de Tolstoi.

El médico incide de manera íntima y cotidiana en las experiencias límite del hombre: vida y muerte, y por supuesto en los entretelones que hay entre estos dos sucesos; además, el médico, como ningún otro profesionista, vive las verdades más crudas e inquietantes que puedan afectar al ser humano y esto, seguramente, lo impulsa a inclinarse en todo lo relacionado con el hombre, con lo humano. A lo largo de su vida el médico va adquiriendo experiencias que le dan la posibilidad de narrarlas, pues posee materiales de primera mano. Esta reflexión sitúa a la medicina y a la literatura en una indudable intersección.

No es casual que muchos médicos hayan optado por dedicarse a la literatura, de manera parcial o total. Incluso, algunos abandonaron la medicina para dedicarse a la creación literaria. Presento como ejemplo de ello un listado de  escritores de la literatura universal y del mundo hispano, médicos o aficionados a la Medicina:

“Fui y soy un poeta y novelista bajo la figura de un científico. El psicoanálisis no es otra cosa que la transferencia de una vocación literaria en términos de psicología y patología”1, señaló Sigmund Freud. Por otro lado, el escritor y médico norteamericano Olivier Wendel Holmes aseguró: “La combinación más afortunada que jamás se haya visto es la del médico y la del hombre de letras”. Así también lo expresó Somerset Maugham: “No conozco un mejor entrenamiento para un escritor que dedicarse unos años a la profesión médica”. Muy conocida es también la alternancia amorosa entre medicina y literatura de Chéjov.

¿Cuáles son los aprendizajes de la literatura para el médico?

La literatura enseña al médico algo sobre el significado del símbolo y lenguaje como medio de enlace entre la mente humana y la persona. Comprender los matices del lenguaje, sus funciones, sus variaciones étnicas y culturales, y su contenido simbólico le permite al médico entender mejor a sus pacientes.

Se ha dicho que hacer una buena historia clínica es prácticamente ser un novelista clínico, pues al observar con detalle y precisión, el médico, inconscientemente, se identifica con el paciente, de la misma manera que un novelista hace que el lector se identifique con el protagonista. Hacer una buena historia clínica implicaría aprender a “leer” al paciente como si fuera un texto; es decir, implicaría no solo escuchar lo que transmite sino leer en sus gestos, posturas, inflexiones de voz, pausas, silencios, tono, todo aquello que no dice verbalmente. Este es uno de los principios de la medicina narrativa o narrativa médica.

Encontramos otro aprendizaje en espléndidas muestras de la literatura como instrumentos para ilustrar la experiencia humana de la enfermedad. De hecho, ningún texto médico aventaja la visión tan fiel y humana de la enfermedad y de quien la padece como la que ofrece la literatura, veamos algunos ejemplos:

En La muerte de Iván Illich de León Tolstoi sobre el padecimiento de un hombre en fase terminal, la interacción del dolor físico, psicológico y emocional. En Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar sobre el deterioro y las limitaciones físicas que una afectación cardiaca genera en el emperador Adriano, así como su dolor y sufrimiento. En Madame Bovary de Gustav Flaubert sobre la aterradora experiencia del envenenamiento con arsénico. En El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez sobre el proceso de envejecimiento desde el punto de vista psicológico, emocional, sexual y físico. En Pabellón de reposo de Camilo José Cela sobre el sufrimiento físico de la tuberculosis y los sentimientos de despersonalización, la asfixia física y emocional que experimentan los enfermos de tuberculosis hospitalizados cuando la cercanía de la muerte se convierte en una espera angustiante y eterna.

En el texto titulado “Fusées” de sus Carnés Intimes, publicado el mismo año de su muerte, Charles Baudelaire (1821-1867) escribió una dramática descripción literaria del momento en que se inicia una de las complicaciones más graves de la sífilis:

2En lo moral como en lo físico, siempre he tenido la sensación del abismo, no solo del abismo del sueño, sino del abismo de la acción, del ensueño, del recuerdo, del deseo, de la añoranza, del remordimiento, del número, etc. He cultivado mi histeria con regocijo y terror. Ahora, siempre siento el vértigo, y hoy, 23 de enero de 1862, he sufrido una singular advertencia; he sentido pasar sobre mí, el viento del ala de la imbecilidad.

Ejemplos como estos pueden incitar a los médicos a ser más empáticos, compasivos, humanos con los enfermos y a percibir cómo la enfermedad afecta su vida y los aísla de su entorno, sobre todo a los enfermos condenados con enfermedades avanzadas o crónicas. La literatura puede servir para experimentar lo que es estar enfermo, con dolor, en agonía o muriendo. Además, conduce al médico de la rigidez de la clínica a los espacios de la imaginación, la intuición y la reflexión.

La literatura refresca la mirada del médico sobre los hombres y mujeres que él ve como “pacientes” y los reconstruye en sus legítimos roles en la fatalidad humana, dice Rita Charon.3 Asimismo, la literatura convierte a los médicos en mejores seres humanos. Simon Leys, escritor belga-australiano ha señalado: “Entre dos cirujanos competentes, procure que le opere el que haya leído a Chéjov”.

En conclusión, sostengo que la literatura ayuda al médico a desarrollar una conducta más empática hacia la enfermedad y hacia los que la sufren.

Los aspectos emocionales asociados a la enfermedad pueden ser transmitidos con más eficacia en la literatura que con los métodos pedagógicos tradicionales.

La literatura contribuye a que los estudiantes de medicina consideren de forma integral la enfermedad y no solo como un trastorno biológico; la literatura permite mejorar la comprensión de la enfermedad y la adquisición de conductas empáticas hacia los pacientes: los aspectos emocionales asociados a la enfermedad pueden ser transmitidos con más eficacia en términos literarios que con la pedagogía tradicional. La literatura puede servir para preparar y motivar en la formación de técnicas para la consulta médica, pues estimula la reflexión y la imaginación.

Termino con una cita extraída de Aequanimitas de William Olser:4 “Para comprender los temores, las preocupaciones y los conflictos de los enfermos, a veces no hay mejor fuente de información que la literatura”.

Sugerencia de Citación:

Dabbah-Mustri H. (2023), La literatura en la educación médica, Medicina y Cultura, Vol. 1 No. 1, mc23a-02. https://doi.org/10.22201/fm.medicinaycultura.2023.1.1.2

 

Herlinda Dabbah Mustri

Cursó la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM, de la misma institución obtuvo la Maestría en Literatura Comparada y el Doctorado en Literatura Mexicana. Se ha desempeñado como catedrática en la Universidad de las Américas, el Tecnológico de Monterrey Campus Estado de México y Campus Ciudad de México. Es profesora de la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado diversos artículos en periódicos y revistas nacionales e internacionales. Escribió: Autores judeo-conversos en la ciudad de México; dos capítulos de Los judíos de Alepo en México, un capítulo de los libros Tejidos culturales. Las mujeres judías en México y Tejedoras de cultura. Las mujeres judías en México. También participó con un capítulo en el libro Educación médica. Teoría y práctica. Es fundadora (2008) y directora de Palabras y Plumas Editores.

 

Referencias:

  1. http://www.zonamoebius.com/Iepoca_2003-2007/2004/13.el-periferico/fa_0905_papini_freud.htm
  2. En Héctor Pérez-Rincón. 2019. La flor punitiva, México: Palabras y Plumas Editores/ APM, p. 65.
  3. Rita Charon. JAMA 1897-1902.
  4. William Osler. Aequanimitas. New York: Macgrawhill, Third Edition.